Quizá sea lo último que hubiera imaginado este verano, pero hoy se me ha presentado la jugosa oportunidad de rolear de nuevo y una vez más, antes de marchar hacia Dinamarca.
¿Con quién? Con mi amigo y compañero de carrera Kino y sus colegas.
¿Dónde? En su mítico local, en el que ya estuve una vez echando unas buenas risas y que para mi sorpresa se halla casualmente a 1 minuto de la sede de PalBin, donde estoy de prácticas este verano. Ya sospechaba que era cerca de allí porque sabía que se encontraba en el mismo barrio, pero no hubiera imaginado que estuviera tan cerca.
¿Qué juego? Pues ni más ni menos que La llamada de Cthulhu. Y de nuevo se da la casualidad, ya que me compré ese juego hace ya bastantes años con el objetivo de masterear alguna partida que otra. Por aquel entonces la cosa no salió a flote, más que nada por falta de dedicación, y sólo llegué a dirigir un par de partidas. Ahora, tras muchos años, parece que voy a volver a jugar, pero como personaje esta vez. La cosa pinta cuanto menos interesante: un juego basado en el universo de ficción de Lovecraft que se sale de lo normal, en el que la resistencia física, habitualmente valiosa ante escenas de acción, se echa a un lado para dar paso a los terrores, a los trastornos mentales y a la importancia indiscutible de una buena salud mental. Más te vale estar medianamente cuerdo si quieres seguir con vida. Sencillamente genial.
